Viernes Santo, la celebración de la Pasión del Señor
El Viernes Santo recordamos la Pasión del Señor y adoramos su Cruz.
La Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su propio nacimiento y su misión de extender a toda la humanidad sus fecundos efectos, que hoy celebra,
dando gracias por tan inefable don, e intercede por la salvación de todo el mundo (CO, 312).
Siguiendo una antiquísima tradición, no se celebra la Eucaristía. Cristo crucificado es el centro de la liturgia de hoy.
La celebración de la Pasión del Señor se desarrolla con la liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y la sagrada Comunión.
Antes de la adoración de la Cruz, la oración universal, que expresa el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo.
Terminada la celebración, se despoja el altar, dejando la cruz con cuatro candelabros y se dispone un lugar adecuado (por ejemplo, la capilla donde se colocó la reserva de la Eucaristía el Jueves Santo), para colocar allí la cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla y permanecer en oración y meditación.
Tampoco se celebra este día ningún otro sacramento, a excepción de la penitencia y de la unción de los enfermos.
Las exequias han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.
El Viernes de la Pasión del Señor es un día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia por medio de la abstinencia y el ayuno.